martes, 19 de junio de 2012

largas zancadas

Bajo los escalones de dos en dos y saltó a las Ramblas con el cuello tieso y los ojos picoteando en las cabezas lejanas en busca de los cabellos mielados de Yes. Creyó verlos cerca de las arcadas de la Plaza Real y corrió hacia allí. No era ella. Tal vez hubiera ido hacia el norte en busca de su ciudad o quizá hacia el sur, hacia el puerto para ensimismarse en las aguas y el trajín de las golondrinas hacia el rompeolas. Carvalho fue hacia el sur a largas zancadas con los brazos subrayando el esfuerzo del cuerpo y los ojos vigilantes, repitiéndose mentalmente que era un imbécil. Se lanzó a la calzada rodeante del monumento a Colón entre miradas aviesas y algún insulto de los automovilistas. La Puerta de la Paz aparecía despoblada por la primavera fría aunque el sol calentaba a algunos ancianos en los bancos, y los fotógrafos ambulantes perseguían con su salmodia a los escasos turistas desganados. Junto a la garita donde vendían los tickets para las golondrinas, yacía una desastrada y sucia muchacha con niño mamante y semidormido. Un cartón a su lado contaba la historia de un marido canceroso y de una situación de extrema necesidad que exigía la limosna del paseante. Pedigüeños, parados, seguidores del Niño Jesús y de la santísima madre que los parió. La ciudad parecía inundada de fugitivos de todo y de todos. Pasó lenta una barca, abriendo estelas pesadas en las aguas grasientas, Carvalho se quedó embobado contemplando  la dignidad de un viejo jubiladdo con chaqueta demasiado grande, pantalón demasiado pequeño y un sombrero de fieltro tan hondo como el de un policía montado del Canadá....
...¿Para qué buscar a Jésica? ¿Qué responsabilidad tengo sobre ella? Se tirará a quince tíos en un mes y volverá a centrarse. Desanduvo lo andado en retorno a su despacho, pero aún buscaba con los ojos la posibilidad de Yes Rambla arriba. Se metió en una taberna junto al Anaya, en la que sólo se podía tomar vino del Sur. Bebió con sed tres manzanillas frías. Le dio un duro a una de las cinco gitanillas que entraron con suficiencia parando la mano a la altura de los ojos de los que tomaban copas y hablaban de fútbol, toros, maricones, mujeres, política y negocios menores de extrañas partidas de plomo viejo o de piezas de tala liquidadas a precio  de saldo en almacenes en quiebra de la calle Trafalgar...
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Los mares del sur, M. Vázquez Montalván